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jueves, 16 de junio de 2011

Un Camino

La pluma corre mas rápido que mis pensamientos, y mis sueños llegan detrás. Mis pasos, al igual que mis elecciones, no siguen lógica alguna, y zizagean sin preocuparse en el trayecto, ni la orientación. Lo mismo bajo hacia un valle siguiendo la pista del rocío de la mañana, como me sumerjo en mares sin nombre solo por apreciar como muta mi cuerpo sin tiempo ,para seguir respirando. Al salir del agua en la siguiente orilla, puede que la noche haya caído ya, y cinco estrellas azules intenten contarme algo. Un viento oscuro traduce la historia, y la susurra al odio. Pero yo prefiero continuar improvisando el trayecto, y me hundo en la espesura de la selva, deslizándome sobre una enorme hoja de parra, a 15 centímetros del suelo.
Mi movimiento es penetrante, y la mirada también. El bosque se abre en dos planos verticales, dejando en el centro, un pasillo místico y recto. Sin miedo ni lenguaje, avanzó decidido.
Una voz interior habla, entona un idioma destruido hace mucho tiempo. Incapaz de reproducirlo, si comprendo el sentido, y converso con la fauna. La tierra me reconoce, y me nombra hermano, aplauden las ramas mas altas de los árboles, y animales de otra mitología me ofrendan su fruto.
Se completa de esta manera el ritual, y la magia sagrada de la primera canción comienza a entonar los acordes prohibidos, la melodía única. La tierra entera danza, y su giro varía imperceptiblemente, sin marear los cuerpos, ni rebasar los vasos. El aire se llena de música y mística que no asfixia; la vida misma se respira con facilidad y alegría. Las coordenadas se esfuman ahora, y sería incapaz de reproducir el atajo. La sensación de que todo camino conduce a este rincón es contundente, y genera esta entrega total, este desvanecimiento. Algo de lo de adentro desborda los límites del cuerpo y de la conciencia. El sentimiento de pertenencia es universal y lo cubre todo, lo es todo... es el todo. Me embriaga el mensaje y caigo sin caída, sin miedo ni valentía, sin cobardía ni valor. Un bálsamo de frescura infinita baña mi rostro, como una tierna caricia de madre, y despierto pausadamente. Aquel mundo revelado, ya no puedo dejar atrás, ni disimularlo. Aquello que desbordó ahora dicta el camino,  la palabra sublime, el verso justo, el eco ardiente.
La pluma retorna con calma, y el sueño se vuelve verdad. El verso traza el camino, y aporta luz a la caverna. Tanto adentro como afuera, el día se vuelve día, y noche se vuelve la noche.