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sábado, 4 de febrero de 2012

Triste, Solitario y Final

-Me caí, Soriano. Me lastimé y rompí el único traje decente que me quedaba. Estoy viejo y le agradezco que me lo recuerde. Usted es un joven valiente que roba una billetera con una pistola en la mano, pero antes me encierra en el baño para que no me de vergüenza. Le agradezco también. El viejo Marlowe no sirve para carterista ni para borracho.
-No se ponga dramático.
-No, pierda cuidado. Yo también me sentí joven el día en que un actor viejo y destrozado vino a decirme que se estaba muriendo. Le dije que se fuera a un asilo de ancianos. No me hizo caso. Se murió en una pensión, como un perro.


Osvaldo Soriano, "Triste, solitario y final"

miércoles, 20 de julio de 2011

Volver...

Vuelvo.. pero,
¿a dónde?
La sensación es siempre “volver”.
Retornar, una vez más, al sitio que se conoce, y nos reconoce. Modelar el acabado de una trama oculta que viene provocando, desde hace tiempo, empujones sutiles de marcada intención.
Mirar-se y redimirse en el reflejo acallado de nuestras propias y antiguas pisadas, desentraña ese silencio cargado de inquietudes que nos atormenta en la vigilia y nos amenaza entre sueños.
El reflejo de un guión in-acabado rige las tablas, y nuestros pasos temblorosos agitan el gastado telón. El texto recitado retumba en el eco de otras voces hace tiempo susurradas. Suspendido el drama que nos otorga una identidad, rostros vacíos entrechocan en una noche sin estrenos. Las puertas del teatro aguardan abiertas de par en par, y las huellas aquellas descansan en la última fila.
Volver no altera la perspectiva, y el desconcierto lo inunda todo al salir, entre sombras y
con el corazón moribundo,
abatido por las últimas palabras de un final
demasiado conocido.