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domingo, 14 de octubre de 2012

Desde el espejismo

"(...) No me llames, sirena, de tu costa:
¿qué haría si me tiento? Prefiero ser recuerdo
de lo que siempre ansiaste
que resto de naufragio en tus orillas."

"FADO", Leopoldo Brizuela

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Abrazado a una Palabra, que es a la vez, Canción y Destino

Existe en Portugal, una palabra: fado, que nombra a la vez la canción y el destino.

En el puerto terminal donde nací, tan al sur como casi ningún barco portugués llegara nunca, entre barcos escorados, establecimientos ruinosos, malecones invadidos de malezas, quizá algún último náufrago cantara, aún, un fado... o lo callara. En las noches del verano final, tal vez fuera de fado ese silencio que cercaba las casillas temblorosas, entremezclado al hedor del río casi muerto; ese silencio que, como una bandada se precipita sobre el único pez, y se dispersa, nos llevamos luego por los mares del mundo.

Y sin embargo, dice la tradición, nadie reconoce en realidad el fado hasta que, agotada la primera aventura, concluido el primer poema, una mujer sale a nuestro encuentro, y nos lo canta en respuesta. Su voz es voz de agua. Y es como si el río que nunca conocimos volviera a llenar los canales resecos, a botar las naves varadas de aquel puerto de infancia, aunque solo exista, ya, en nuestro propio corazón.

El fado es canción de ribera, de la frontera fluctuante entre al agua y la tierra, y lleva en sí el estigma de esa demediación. El fado canta historias de marinos que desean solo lo desconocido, pero mueren de saudade por la casa de la orilla donde todo se sabía. Poetas que maldicen el dolor, como quien maldice el fuego humoso de una hoguera, solo para acogerlo; o que cantan a la felicidad apenas para unirla a la desdicha. Asi, el fado, aunque canción de amor, resiste a toda intimidad, y se sigue entonando como cantar de gesta, como si ahora que la última batalla ha terminado, la guerra siguiera dentro de nosotros.

Finalmente, el fado es canción tan antigua que ya nadie recuerda quien la inventó... El único barco (dicen los fadistas) que ha de llevarlo por los puertos de las generaciones, es la memoria... y acaso sea la costumbre de leer en los cuerpos (el del amante, el de la lengua), ese hábito que sólo el amor puede volver exhaustivo, donde reside la clave de su olvidada poética.

Para entrenar tan sutil habilidad, todo fadista se habitúa desde niño al simple ejercicio de llevarse al oído el caracol vacío, como si el verdadero significado de la voz se encontrara en lo ausente...

Y si, con todo esto, Portugal pregunta cómo y cuándo nace el fado, el fado siempre le contesta con la misma frase: “cada vez que alguien canta la canción de su destino”.



"FADO", L. Brizuela

domingo, 7 de agosto de 2011

Desde El Espejismo

"... no me busques: yo sólo perduro si te huyo.
No te acerques: me esfumo, me muero
un poco mas a cada paso tuyo,
y ya no puedo amarte
como aquél que una vez me dió una vida
demasiado verdadera para mí.
No me llames, sirena, de tu costa:
¿qué haría si me tiento?
Prefiero ser recuerdo
de lo que siempre ansiaste
que resto de naufragio
en tus orillas."



"Fado", L. Brizuela