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jueves, 3 de enero de 2013

Esta noche


Esta noche surge
─puedo sentirlo así─
ávida y fatal,
repleta de sombras densas    e inquietas,
cargadas de presagios.

Siluetas de bordes afilados aguardan en cada esquina,
al acecho de algún noctámbulo distraído a quien abrazar.

Las casas mantienen sus persianas bajas, silenciosas,
como los párpados caídos, fríos, de un animal muerto en el desierto.
Una voz lejana se va perdiendo temerosa en la distancia,
un murmullo de despedida, un aullido solitario,
o dos voces que se separan para siempre.

Avanza la noche sobre los tejados dormidos
atravesando los muros inertes
de nuestras peores pesadillas.

La brisa exánime de la ciudad va perdiendo su voz tímida.
Como en un ataque de afasia repentino
que la condena a enmudecer su destino,
su sino, y su fatalidad.

Un eco casi imperceptible y fugaz es
suficiente entonces para saber
que esta noche está viva,
y sedienta de voces nuevas,
la mirada altiva, cativa, nos espera,
y nos está observando.

jueves, 16 de agosto de 2012

"Yakamoz"

Voy a dejar que suceda...
Un rastro de palabras tras de mi...
caen sin intención ni estorbo
hacia el verso espontáneo y casual..

El destino, o el azar,
(la sentencia es de J. Luis)
que es decir lo mismo...

¿llenará de noche todos los rincones?
   ¿qué tormentas se desatarán  luego?
      ¿sobrevivirá al fin este corazón inquieto?

Morirá el día (inapelable) al atardecer,
y la noche caerá implacable,
en un intento de poseer
algún espíritu derrotado.

Sobre el hombro izquierdo
sentirás su presencia fatal
y un terror genuino y total,
susurrará su victoria antes de tiempo.

Al borde de un puente viejo
de más / mil muertes abrazadas,
un descuido lunar
regalará un reflejo salvador,

la sublime belleza que guarda su voz
en cada gota de río,

la imagen final que configura el sentido
y destroza la angustia.

Sin llanto, el salto queda obsoleto,
y el nuevo sendero que se ofrece
resulta encantador,
  e irresistible.

Cada piedra vuelve a su camino,
habitan desde siempre
entre el silencio y las caricias.
Las grietas permanecen abiertas
y proyectan sobre la tierra trémula
una vieja luz sin sombra.

Vuelan en la noche tibias mariposas,
retoños de una magia futura
aún por descubrir.

jueves, 23 de febrero de 2012

Por donde pasa la noche mía...



"Por donde pasa la noche mía... me encontraste en aquella esquina, y ya no pude soltarme de vos. Fue en la hora última de aquel crepúsculo / de aquella tarde, y de aquel verano, que te cruzaste pateando piedras en mi camino, y fue en esa hora tan tardía del verano, cuando los pasos de los amantes comienzan a languidecer / y la agonía improbable del sol retumba irreverente por los rincones de la tarde, y sólo fue un instante hermoso -ya lo sé- que pareció tan infinito, y las horas ya estaban muertas, y mis pies eran tan cansados, cuando llegaste vos con tus ojos tristes, y te plantaste en silencio delante de mío, con tu sonrisa semejante, y tu mirada tan promesa, ¿y si  fue en una broma empecinada del destino? ¿o en una guasa distraída, que equivocó su caribe? porque nuestro mar nunca fue muy esmeralda, y nuestro verano no tiene palmeras, y nuestra arena que aún esconde huellas, que son las tuyas, y son las mías, y las de esa tarde nuestra, que se hundió en la orilla / cuando la última luna del verano se reflejó en tus ojos, y la brisa era tan nostalgia sobre el mar, y sobre nosotros, y por donde ahora pasa esta larga noche mía...
y la noche siempre se pasa de nostalgias, y de brisas de vos, de huellas que sobrevivieron diez veranos, y que se tranformaron en este amor, que nunca supo de arenas blandas, ni de los presagios de tus caricias, las que llegaron a enloquecer mi rostro, y a enardecer mi piel prohibida, y en tantas noches que fueron cielo, bajo tantas lunas que fueron nuestras / y tal vez fue el conjuro de una estrella infiel, la que confabuló el secreto, o el misterio último que encondían tus palabras, como una herida en el destino, o en la nostalgia de esos puertos nuevos, que te arrancarían de mi lado, y de mis venas, y me condenarían cada verano a contemplar el mismo mar, sentada al borde de esta orilla en sombras, por donde pasa la noche mía..
una noche que cada noche fue más noche mía, y más larga, y más triste, y más lejos de tus caricias, que tardé tanto en aprender a no esperarte, porque una brisa nunca olvida, ni la noche larga, ni la estrella pérfida, ni los nombres que se escriben en las orillas, que son huellas que van más allá del mar, y te hieren como una noche larga, y no es niguna broma, como el beso de aquel verano, o ese roce maldito tuyo / que me dejó amarrada a vos, y a esta nostalgia de labios conocidos tuyos, que ahora beben de otro mar, y duermen bajo otra luna, y me dejan esta noche sin estrellas, abandonada y fría, a la sombra de tu mirada, por donde pasa la noche mía..."

A.G.Leão, "EL Sueño de Lagarde"


miércoles, 7 de septiembre de 2011

Abrazado a una Palabra, que es a la vez, Canción y Destino

Existe en Portugal, una palabra: fado, que nombra a la vez la canción y el destino.

En el puerto terminal donde nací, tan al sur como casi ningún barco portugués llegara nunca, entre barcos escorados, establecimientos ruinosos, malecones invadidos de malezas, quizá algún último náufrago cantara, aún, un fado... o lo callara. En las noches del verano final, tal vez fuera de fado ese silencio que cercaba las casillas temblorosas, entremezclado al hedor del río casi muerto; ese silencio que, como una bandada se precipita sobre el único pez, y se dispersa, nos llevamos luego por los mares del mundo.

Y sin embargo, dice la tradición, nadie reconoce en realidad el fado hasta que, agotada la primera aventura, concluido el primer poema, una mujer sale a nuestro encuentro, y nos lo canta en respuesta. Su voz es voz de agua. Y es como si el río que nunca conocimos volviera a llenar los canales resecos, a botar las naves varadas de aquel puerto de infancia, aunque solo exista, ya, en nuestro propio corazón.

El fado es canción de ribera, de la frontera fluctuante entre al agua y la tierra, y lleva en sí el estigma de esa demediación. El fado canta historias de marinos que desean solo lo desconocido, pero mueren de saudade por la casa de la orilla donde todo se sabía. Poetas que maldicen el dolor, como quien maldice el fuego humoso de una hoguera, solo para acogerlo; o que cantan a la felicidad apenas para unirla a la desdicha. Asi, el fado, aunque canción de amor, resiste a toda intimidad, y se sigue entonando como cantar de gesta, como si ahora que la última batalla ha terminado, la guerra siguiera dentro de nosotros.

Finalmente, el fado es canción tan antigua que ya nadie recuerda quien la inventó... El único barco (dicen los fadistas) que ha de llevarlo por los puertos de las generaciones, es la memoria... y acaso sea la costumbre de leer en los cuerpos (el del amante, el de la lengua), ese hábito que sólo el amor puede volver exhaustivo, donde reside la clave de su olvidada poética.

Para entrenar tan sutil habilidad, todo fadista se habitúa desde niño al simple ejercicio de llevarse al oído el caracol vacío, como si el verdadero significado de la voz se encontrara en lo ausente...

Y si, con todo esto, Portugal pregunta cómo y cuándo nace el fado, el fado siempre le contesta con la misma frase: “cada vez que alguien canta la canción de su destino”.



"FADO", L. Brizuela

miércoles, 8 de junio de 2011

INVICTUS



Fuera de la noche que me cubre,
Negra como el abismo de polo a polo,
Agradezco a cualquier dios que pueda existir
Por mi alma inconquistable.

En las feroces garras de la circunstancia
Ni me he estremecido ni he llorado en voz alta.
Bajo los golpes de la suerte
Mi cabeza sangra, pero no se inclina.

Más allá de este lugar de furia y lágrimas
Es inminente el Horror de la sombra,
Y sin embargo la amenaza de los años
Me encuentra y me encontrará sin miedo.

No importa cuán estrecha sea la puerta,

Cuán cargada de castigos la sentencia.

Soy el amo de mi destino:

Soy el capitán de mi alma.

***


Poema breve escrito desde la cama de un hospital, en 1875, por el poeta inglés William Ernest Henley (1849–1903), e incluido en su último libro (justamente)"In Hospital". Poema que Nelson Mandela se recitaba a sí mismo cuando llegaban los momentos peores a lo largo de su terrible cautiverio en prisiones sudafricanas por su lucha contra el racismo y el apartheid.