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sábado, 7 de julio de 2012

Me naufragio en tu recuerdo


"Me naufragio en tu recuerdo... en aquellos mares olvidados y en los puertos tan llorados, con lágrimas que desbordan esos mismos mares, esos viejos mares que desbordan estos ojos ciegos; pobres ojos tontos que ya están secos y rojos de buscarte, por las noches, entre las cajas de fotos secas que duermen debajo de esta cama, y que son la materia triste de mis sueños, y el preámbulo más sombrío de mis peores siempre pesadillas, cuando mi cama es sólo un llanto, y la luna es un aullido tarde, y se me sube la marea, y yo, aturdido, me naufragio en tu recuerdo...
y pienso entonces en esos mares que nunca llegan a buen puerto, y en nosotros, y tanto amante suelto, cayendo, y vaciando el mar en llanto, revolviendo puertos, mordiendo ese aire tan salado, el sabor frío y lacerante de los recuerdo mal paridos, como una traición en cada orilla, y un naufragio en tu recuerdo...
y pensar que te creía ciegamente..  mi terror de siempre adormecido en la luz tenue de tu faro suave, y en la promesa de un no-naufragio juntos, cuando arriesgamos la primer brazada, y cada beso era una orilla, y en aquellas noches pobladas de estrellas de mar, cuando mi andar era tan sirena, y tu canto tan palabra... y es por eso que duele tanto, porque hoy sólo quedan fotos viejas, y las fotos son tan silencio, que ni llegan a ser eco, y se engullen la luz del faro, y no me salvan en esta noche, cuando tiemblo, en el naufragio en tu recuerdo...
y me invento - a veces - otras noches largas, para no llorarte siempre estos mares tan fatales, y charlo tiernamente con las caracolas del jardín, las que cargamos aquella tarde, y ellas también aún se acuerdan de tu promesa al viento, de tu canto tan palabra, y de mis sueños de sirena, y aquella tenue luz del faro, y de la noche del naufragio, cuando te llevaste todo el mar, y me dejaste esta inmensa noche, una orilla llena de miedo, y un puerto triste sin esperas...
y quemar las cartas no sirvió de nada, ni tus besos, ni las naves... tal vez tragué demasiado mar, y ya no estás para abrazarme, y entre tanto miedo brotó un silencio...  y una vez escuché una voz de vos, que tenía el eco de tus ojos lindos, y ese canto tuyo tan palabra; pero la noche era tan cerrada, y ya no se veía ninguna orilla, que huí del mar mordiendo arena, y desperté llorando entre mis sábanas; bajo la cama las cajas siguen, y cada rostro es silenciado, y la noche es implacable, como el mar, o como el puerto, y yo, con entre tus ausencias, me naufragio en tu recuerdo."

A.G.Leão, "EL Sueño de Lagarde"

domingo, 29 de enero de 2012

Las Gaviotas y el Faro


Su mirada se fue apagando lentamente, en silencio, sólo unos pocos se fueron dando cuenta... Se fue diluyendo en la nostalgia, como muere la luz de un faro abandonado, en una isla lejana que ya nadie visita. Cuentan que en un puerto olvidado vive aún un anciano - de larga barba blanca y piel curtida - que supo surcar los veinte mares, y sobrevivir a todas las bestias oceánicas, sin por eso tener que matar a ninguna de ellas. Hay quien dice que tiene más de cien años, otros, que vivió tres vidas. Dicen que en tierra firme se marea, que siempre está a punto de partir, y que es la única persona capaz de recordar las coordenadas malditas de esa isla fantasma. Aseguran que quien quiera llegar a la isla deberá primero hallar al viejo, encontrarlo en ese puerto olvidado de dársenas empedradas, tranvías abandonados, y cascos de barcos moribundos, acercarse con respeto e insolencia, invitarle una copa de vino amargo, y recordarle el nombre de su amada, antes de que aquella mirada cansada – que solía estallar de esperanza - se extinga para siempre, y las gaviotas, ajenas a la triteza, dejen de visitar su tumba.  

viernes, 16 de diciembre de 2011

5 Haikus y el Mar


El mar en calma
Se avecina tormenta
En sueños de ayer

***
 
 
Muerte en la orilla
la barca abandonada
Al atardecer

*** 
 
Se retira el Sol
Última caricia o
Presagio de vos

*** 
 
El mar eterno
Mueren los pasos tristes
Sobre la orilla

*** 
 
Al atardecer
Sobre la espuma del mar
Melancolía

lunes, 20 de junio de 2011

Conversaciones con el Duende

Juguemos con las palabras - me dijo el duende - no te detengas a pensar, y no se vale corregir.
La invitación sonó a desafío, pensé, y un guante blanco me abofeteó en la izquierda, y desapareció. Una sonrisa ahogada delató al duende, que cayó en redondo, sin tiempo de arrojar un ancla, sin poder impedir la caída de una flor. El mar se detuvo en la orilla, sin ánimo de avanzar. Un nombre tallado en la arena, saudade, se puso de pie, y se arrodilló. Frente al océano infinito él también calló sus culpas, mientras el horizonte lejano alzó una línea al cielo y señaló. Nubes con rostros tuyos, llovían en deseos pasados, poblando un suelo virgen sin tiempo recobrado. Cesó súbitamente el aguacero, y todos los senderos fueron borrados de la faz de la tierra. En un desierto sin nombre, una semilla al viento no arribará en flor. Las piedras ríen muy lento, el tiempo espera para actuar que se descifre el grano de arena. ¿En verdad cabe un mundo en la palma de esta mano? Cabe también, en un suspiro final, al contemplar un río en silencio desde la altura del último puente. Los duendes pueden volar, y esa es su desventaja. Si existe grandeza en la altura, reside en la imposibilidad de permanecer allí.. Hay otoño en la caída, y toda compañía hoy viene con vencimiento oscuro. Los ocres resaltan el paisaje, anidan en la espada, y oxidan los huesos y las naves. Una mano sobre la otra dan cuerda al reloj. Un viaje espera por ti, detenido en el muelle.

jueves, 16 de junio de 2011

Una visión, Frente al Mar

A orillas del mar, sentó su inmensa tristeza, y calló. La noche cerrada intimidaba con su silencio, pero él, ni siquiera pudo ensayar un temblor. Sin nada más que perder, intentó, en vano, descifrar un mensaje revelador en las estrellas; pero ellas también, indiferentes, le dieron la espalda. La soledad se hizo infinita esa noche y lo cubrió hasta el ahogo. Tan incómoda como una pegajosa prenda en verano, a la hora de la siesta. Un sueño abandonado cayó sobre él, como una lluvia de cenizas, y reclamó su historia perdida. Ante la contundencia del momento, no encontró argumento que lo justifique. Del mar surgió un grito de guerra, y las aguas avanzaron amenazantes. Despertó un fantasma en la espuma y la luna un rostro precioso bajó, y le prestó. De pie frente a él, y al amparo de una pausa en el tiempo, se entabló el diálogo entre sus miradas. Y en el reflejo de sus penas encontró el mensaje soñado. Antes de que la espuma se volviera espuma, y el mar retorne a su inmensidad, reconoció en la superficie una sonrisa aprobatoria que lo invitaba a seguir. Una fuerza interior, profunda y nueva lo empujó sobre sus pasos. Pleno de voluntad renovada, retomó una vez más el camino del guerrero.