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viernes, 1 de julio de 2011

Del Asesinato y las Bellas Artes

Lleno de ira en su interior, mientras hablaban
Lo hirió en el pecho con una piedra
Y le arrancó la vida: palideció, cayó, el alma
Escapó en un quejido, con un chorro de efusiva sangre.

(El Paraíso Perdido, libro XI.)


“Cuando un asesinato se encuentre en el tiempo paulo-postfuturo —o sea, que no se ha cometido ni se está cometiendo sino que aún ha de cometerse— y tengamos noticia de ello, tratémoslo moralmente...

...Supongamos en cambio que ya se ha cometido ….

...supongamos que la pobre víctima ha dejado de sufrir y que el miserable asesino ha desaparecido como si se lo hubiese tragado la tierra …

...huida, aunque sin éxito —«abiit, evasit, excessit, erupit», etc.—; suponiendo todo esto me permito preguntar: ¿de qué sirve aún más virtud? Ya hemos dado lo suficiente a la moralidad: ha llegado la hora del buen gusto y de las Bellas Artes.”

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«Mirad, la cara está negra y llena de sangre,
Los ojos, salidos de las órbitas más de cuando vivía,
Tienen la horrible mirada del hombre estrangulado;
El cabello en desorden, abierta la nariz en la lucha,
Las manos crispadas son de alguien que jadeó
Y peleó por su vida, hasta que lo derrotó la fuerza.
Mirad el pelo pegado a las sábanas,
La barba bien cortada, agitada y deshecha
Como el trigo de verano que esparce la tormenta.
No hay duda de que aquí lo asesinaron
La menor de estas cosas es una prueba.»


Tomas de Quincey